“El delegado de medio ambiente convoca a los medios de comunicación para mostrar cómo trabajan seis jóvenes a los que han pillado haciendo pintadas. La cuadrilla se baja de una furgoneta blanca en la Plaza Juan Muñoz. Sus uniformes recuerdan a los EPI que se vieron durante la pandemia”.
Esta es una de las muchas noticias que se han visto en prensa sobre cómo el Ayuntamiento de Madrid permite a los grafiteros cambiar multas limpiando paredes. He llegado a visionar videos donde se exponen a estas personas y se les presenta en público antes de iniciar su tarea. Casi como una operación de marketing, el delegado de medio ambiente habla de las bondades de este sistema.
Si uno lee entre líneas puede pensar que es una medida alternativa, educativa y pedagógica. Incluso yendo un poco más allá a primera vista podríamos pensar en una forma de reparar el daño y de generar espacios restaurativos de responsabilización. Sin embargo no es oro todo lo que reluce y algo que podría ser realmente interesante para abordar estos daños que se causan de forma general en todas las ciudades, se ha quedado a medio camino entre un castigo muy visual o una especie de escarnio público.
EL CASO DEL QUE HABLAMOS NI ES RESTAURATIVO NI EDUCATIVO O CONSTRUCTIVO
Me gustaría reflexionar sobre cómo estas acciones aunque puedan resultar muy impactantes no tienen un enfoque restaurativo ni pueden considerarse una forma de reparar el daño. En primer lugar no deja de ser una medida no voluntaria porque la opción es pagar altas multas o ayudar a limpiar grafitis. Muchas personas pensarán pero pueden elegir, si es cierto, pero la elección en este caso se ve forzada ante la otra alternativa que es mucho más gravosa para ellos. Por otro lado, no entiendo que excluyan a reincidentes, puesto que si se considera una medida educativa y pedagógica incluirles podría marcar la diferencia a la hora de reducir el número de grafitis. Continuar leyendo: lawandtrends
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