miércoles, 17 de agosto de 2022

La cárcel de Bastoy en Noruega ¿Ejemplo de prisión restaurativa?


INTRODUCCIÓN

Cuando pensamos que un infractor merece ir a prisión, en nuestra mente, muchos concebimos este lugar como un sitio “terrible”, donde el hecho de vivir allí, es en sí mismo un castigo (un castigo que nunca nos resulta suficiente para alguien que ha causado un daño  a otro ser humano). Incluso por nuestra mente, pasan imágenes, como “mazmorras” para los delincuentes, que más reproche y alarma social causan, en un intento, por otro lado lógico y humano, de apaciguar o mitigar el dolor y la indignación que la delincuencia crea, no sólo en las víctimas, sino también en la sociedad.

Sin embargo, esta ilusión de que la cárcel va a ayudarnos a compensar o aliviar el dolor que el delito ocasiona, no es más que eso, una ilusión. ¿Cuántos años serían suficientes para que la condena fuera considerada justa? Tengo claro, que aunque el castigo fuera cadena perpetua, la realidad para los ojos de las víctimas (personas inocentes que han sufrido de forma injusta y sin poder hacer nada para evitarlo) es que nunca es suficiente, porque es imposible comparar el daño  y el impacto que el delito tiene, con la “simple” entrada en prisión del culpable.

PENAS MÁS DURAS Y HACER JUSTICIA

Dejando a un lado, la frecuente y errónea creencia, de que penas más duras es hacer justicia o si esto realmente, ayuda a las víctimas a superar el delito, lo cierto es que con ampararnos en más años en la cárcel para los ofensores, lo único que estamos haciendo es retrasar para el futuro, algo inevitable: la puesta en libertad del preso y su consiguiente vuelta a la comunidad. ¿Qué esperamos? ¿Desentendernos del “problema”, para los que vengan o intentar que el castigo-rehabilitación, que en teoría debe suponer este internamiento en prisión, dé sus frutos y el infractor se conciencie que no debe volver a delinquir? Particularmente, como persona que vive en sociedad y que puede ser víctima en cualquier momento, necesito saber que se está intentando y favoreciendo la rehabilitación de los presos, que los millones de euros que el “negocio de las cárceles” suponen, (aunque en España las prisiones no son privadas, no deja de existir un negocio en torno a ellas)  se invierten en algo productivo: prevención de nuevos delitos, logrando una sociedad más fuerte y segura.

Este objetivo, se ve como esencial en algunos lugares como Noruega. Es cierto que tienen poca población, comparada con otros lugares y que quizá esto, les hace la tarea más fácil pero acaso: ¿mayor población, no supondría para esta concepción reparadora de las prisiones, mayores beneficios? En este país, Noruega existe una cárcel Bastoy que cuenta con el menor índice de reincidencia en Europa. Una de las formas de llegar a esta prisión, es a través de ferry, que pilota uno de los presos. Últimamente, esta tarea le corresponde a Petter, que la compagina con su condena de 14 años por tráfico de armas. La isla alberga esta prisión y está a unos kilómetros de la costa de los fiordos de Oslo y a unos 74 kilómetros de la capital. 

Pero el caso de Petter no es especial, ya que Bastoy es lo que sus responsables llaman, la primera prisión ecológica y humana, una de las más llamativas cárceles noruegas, el país con menos índice de reincidencia de Europa (menos del 30%)

"Nos dan confianza y responsabilidades” resume Petter. “Nos tratan como adultos". Todo el mundo tiene que trabajar pero también tenemos tiempo libre. Sabemos que somos presos, pero nos sentimos al menos como personas” Durante el día, hay 70 empleados para atender 115 presos. Solo van la mitad uniformados. Su tarea principal es contarlos, varias veces al día. Los presos, si bien no gozan de libertad, si de tranquilidad. A las ocho y media, deben estar ya trabajando. Cada uno tiene su habitación y ha de compartir la cocina, baño y servicios comunes. Por la noche solo quedan cinco guardas.

En esta prisión, son conscientes de que los ofensores saldrán algún día de ella, por eso la idea es que vivan, como deberían vivir cuando salgan a la calle, porque está claro que más tarde o temprano, saldrán. Todos sus presos, vuelven a reinsertarse en la sociedad con más éxito que en otros lugares del mundo. Es una prisión realmente inspirada en los valores restaurativos y que debería ser un ejemplo,  sino total,  al menos parcial, para todas las prisiones existentes.

La estancia en la cárcel a nuestros ojos “retributivos”, es concebida como un castigo pasivo, en el que el infractor se limita a que pasen los días, hasta cumplir su condena, sin esperar, que este preso realice ninguna actividad constructiva, activa y productiva, pero si creemos realmente en que la reinserción es posible, las prisiones deben ser algo más. La cárcel debe generar en el preso, responsabilidad, en lugar de limitarse a cumplir el castigo por el daño que hizo, se va a intentar que este infractor, quiera devolver a la víctima y a la sociedad, algo bueno por el mal que hizo. El castigo no es entrar en la prisión, sino perder la libertad, por eso si se trata a la gente como animales, cuando están dentro, lo más probable es que se comporten igual, cuando salgan.

Eso puede sonar muy utópico, por eso, también se puede mira desde otra perspectiva, si el preso cuando está en prisión, se limita a cumplir su condena, sin más, sin asumir responsabilidades, sin comprometerse a reparar el daño, para muchos,  puede serles  muy fácil y así, más fácil todavía les va a resultar despreocuparse del delito, alejarse de la realidad, que es que causaron un dolor a otra persona e incluso muchos, llegan a sentirse víctimas del sistema. ¿Pero y si les damos las herramientas necesarias para cambiar? ¿Y si les decimos: “habéis hecho daño y tenéis que cumplir vuestra deuda, pero si queréis cambiar y asumir lo que habéis hecho, vais a recibir apoyo”? Tengo claro, que las cárceles dejarían de ser escuelas de delincuentes y evitaríamos que el preso, lleve el estigma de serlo durante toda su vida, todo ello respetando y dando el lugar que corresponde a las víctimas, por supuesto.

CONCLUSIONES

Entraría en juego, lo que se ha llamado la vergüenza reintegrativa, el infractor ha recibido el reproche social, ha sido condenado pero este castigo por el mal que hizo, en lugar de ser destructivo, va a ser constructivo y va a intentar que con él, el preso vuelva a la sociedad, como un hombre nuevo. De la misma, manera les estamos enseñando algo importante, quien hace algo que daña a la sociedad y/o a otro ser humano, además de ser castigado, sí así se valora, debe asumir lo que ha hecho, responsabilizarse e intentar “borrar” lo malo que hizo en el pasado, con lo bueno que puede hacer a partir de ese momento.

Es cierto que Noruega puede hacer estos “experimentos” con mayor facilidad, tiene una población de menos de cinco millones y tienen unos cuatro mil presos. Sin embargo, a pequeña escala, esto es una “lección” que podríamos aprender, e intentar poner en práctica de una forma, al menos gradual. Los beneficios serían mayores que los riesgos: una sociedad más humana y segura, un sistema menos burocrático y más cercano y menos delincuentes reincidiendo.

La pregunta, no obstante, es: ¿estamos preparados para este cambio de mentalidad?


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