En unas semanas voy a participar en el Congreso Mundial de Justicia Juvenil, organizado por Terre des Hommes y el gobierno suizo en Ginebra, y no es casualidad que allá vaya a hablar de prácticas innovadoras en justicia juvenil restaurativa. ¿Por qué? La Justicia Restaurativa en el ámbito de los menores y jóvenes es realmente la pieza clave para reducir la reincidencia, generar armonía social y un futuro mejor, porque como decía Pitágoras: “Educad a los niños y no tendréis que castigar a los hombres”. Aplicando los valores de la Justicia Restaurativa a los menores infractores, el factor educativo y pedagógico que esta justicia conlleva, puede suponer un punto y aparte en su vida, un cambio que va a beneficiar de paso a sus familiares, amigos y vecinos. En el ámbito juvenil es donde más puede ayudar la Justicia Restaurativa para conseguir una generación de adultos, que no solo hayan desistido de delinquir sino que habrán aprendido valores restaurativos esenciales para la vida en comunidad como la empatía, diálogo, sensibilidad, respeto y empoderamiento.
En la justicia penal juvenil con enfoque restaurativo, los ofensores son confrontados respecto de la aceptación de su responsabilidad, y se convierten en agentes activos en su obligación de reparar el daño para con la víctima y/o la comunidad. Ven el impacto que su delito ha tenido en la sociedad y esto puede servir de punto de inflexión para un cambio de comportamiento en el futuro. Aprenden a ver esta reparación como una prestación socialmente constructiva (el propósito no es humillarlos, sino darles una oportunidad para responsabilizarse y tomar conciencia del daño).
Es esencial para el menor infractor ver que hay personas que se preocupan por él, despertándole un sentimiento de responsabilidad respecto a su familia, círculo más cercano y comunidad en general. Entra en juego la vergüenza reintegrativa por la cual la sociedad denuncia la conducta del infractor como inaceptable pero a su vez reafirman el compromiso de ayudarlo, si quiere cambiar.
Nunca entendí porqué se enfatiza tanto la diferencia entre la Justicia Juvenil y la de Adultos. El criterio de educar para no tener que castigar ¿no debería ser válido tanto para unos como para otros? ¿El adulto es refractario al cambio? ¿No se lo puede «educar» después de cierta edad? ¿Y qué edad es ésa? ¿No es arbitrario fijar una edad para diferenciar abruptamente las respuestas que deben darse a los autores de delitos? ¿No debería existir, en todo caso, una gradualidad en esto en vez de diferenciar, simplemente, en «mayores» y «menores de edad»?
ResponderEliminarCreo que si se pensara más en el adulto como si fuera un joven se estaría más cerca de los postulados restaurativos. Por otra parte, si se pensara más en el joven como si fuera adulto se tendría una mayor eficacia en la prevención al aplicar más estrictamente medidas cautelares -desde ya propongo sólo extender vigilancia y, eventualmente, ciertas penas reparativas y no estigmatizadoras - y no rendir un culto excesivo a la inimputabilidad.
José Deym
jdeym@fibertel.com.ar
en ese sentido te doy la razón para mi no hay muchas diferencias puesto que la justicia restaurativa también es y debe ser a mi parecer reeducativo en adultos ...y en todos nosotros de paso...siempre se aprende algo nuevo....mira, hoy estoy de acuerdo contigo gracias por tu comentario un saludo Virginia
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