jueves, 13 de noviembre de 2025

La asunción de responsabilidad, comprender el daño en justicia restaurativa

 


ASUNCIÓN DE RESPONSABILIDAD 

El objetivo de la Justicia Restaurativa no es, en sí mismo, reducir la reincidencia; sin embargo, este suele ser uno de sus efectos más evidentes. La razón está en que estos procesos fomentan en el infractor la asunción de responsabilidad por el daño causado.

A diferencia de la justicia tradicional —donde rara vez existe un espacio real y sincero para asumir la responsabilidad—, la Justicia Restaurativa la concibe no como una excepción, sino como algo natural y lógico: quien hace daño debe hacer lo correcto para enmendarlo.

Ahora bien, cabe preguntarse: ¿Qué implica realmente esta responsabilidad dentro de la Justicia Restaurativa?

Asumir la responsabilidad significa entender el contexto, es decir, comprender los hechos no de manera aislada, sino en relación con sus causas, consecuencias y con las personas involucradas.

Este punto es crucial, porque con frecuencia se confunden los procesos restaurativos con simples ejercicios de pedir perdón. Pero no se puede exigir una disculpa verdadera sin una comprensión profunda del daño causado.

¿Cómo puede un infractor escribir una carta de de disculpa sin haber entendido la magnitud del sufrimiento que provocó?

¿Cómo puede, recién juzgado y señalado, enfocar su atención en la víctima si él mismo se siente el blanco de la condena pública y del sistema penal?

La responsabilización auténtica no surge de la imposición ni del castigo, sino de la comprensión consciente del daño y del impacto humano del delito.

RECONOCIMIENTO DEL DAÑO 

La rendición de cuentas comienza con el reconocimiento de haber causado daño. Y este reconocimiento debe ser pleno, libre de justificaciones o atenuantes del tipo “ya, pero…” o “si tan solo…”. Aceptar el daño en su totalidad es un proceso difícil, pero indispensable.

En la Justicia Restaurativa, rendir cuentas significa comprender el contexto, escuchar cómo el delito afectó a otros, y reconocer el alcance emocional y social de las propias acciones. Solo cuando el infractor logra entender este contexto —la historia detrás de la historia— puede comenzar a construir un mapa interior que le muestre dónde está y qué ha provocado.

Este “mapa del corazón” se traza a través de la empatía: comprendiendo cómo el delito dañó a la víctima, a la comunidad y a sí mismo. Los procesos restaurativos facilitan este descubrimiento, permitiendo que el infractor vea el rostro humano del daño y, desde ahí, empiece su camino hacia lo que es correcto.

No debemos olvidar que el delito afecta a seres humanos, y los seres humanos somos complejos. Para que la responsabilización sea genuina y profunda, no pueden imponerse tiempos ni plazos. Es un camino personal, un proceso que requiere madurez, comprensión y, sobre todo, humanidad.

Por eso, cuando algunos exigen que el infractor haya asumido su responsabilidad como requisito previo para participar en un proceso restaurativo, surge una pregunta inevitable:
¿no es precisamente esa la finalidad de la Justicia Restaurativa?
¿Cómo vamos a pedir como condición inicial aquello que el propio proceso busca despertar?

CONCLUSIÓN

Para llegar al ser humano que todos llevamos dentro, y para mostrar al infractor que su acto causó un daño real a otra persona, la Justicia Restaurativa es el camino más humano y transformador. No se centra en el castigo, sino en la comprensión del daño, en la sanación de las heridas y en la reconstrucción del vínculo roto.

Pero esta justicia no es una meta final, sino un viaje interior y relacional. Un camino que, para algunos, será largo y pedregoso; para otros, más breve y luminoso. Cada quien necesita su tiempo y su espacio para comprender el contexto —el contexto del crimen, pero también el contexto del alma—.

Solo cuando se entiende ese contexto, la responsabilidad deja de ser una carga impuesta y se convierte en un acto de liberación, aprendizaje y reconciliación con uno mismo y con los demás.

La Justicia Restaurativa no impone, invita. Invita a mirar de frente al daño y reconocer en él un espejo, donde el infractor pueda verse no solo como culpable sino como capaz de cambiar. Asumir la responsabilidad no es arrodillarse ante la culpa sino levantarse desde la conciencia, reconstruir lo que se quebró y volver a mirar al otro con ojos humanos. 
Invita a mirar de frente el daño y a reconocer en él un espejo, donde el infractor pueda verse no solo como culpable, sino como capaz de cambiar.

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