INTRODUCCIÓN
Estoy convencida que las necesidades de las víctimas, bajo mi experiencia, nada tienen que ver con lo que la justicia tradicional las ofrece. Me gusta hablar con las personas que han sufrido un delito, porque siempre veo que no son punitivas, como queremos creer, sino todo lo contrario. Hace unos meses hablaba con una persona a la que entraron a robar a su casa. Me contaba que al principio, pensó en los bienes materiales, pero pronto empezó a sentir angustia. Angustia, por saber que unos extraños habían entrado en su hogar, por no saber, si les habían estado vigilando y sobre todo porque la imagen de su hogar, como un lugar seguro donde vivir en paz, se había venido abajo. Me comentaba que dormía con miedo a que se repitiera el robo. De su relato, lo que más me sorprendió es cómo las personas que trabajan en el entorno judicial, son las que menos confían en la justicia. Fue la policía la que le dijo, que era complicado pillarlos, pero si lo hacían, seguro todo ya estaba vendido y no iba a poder recuperar nada. En principio, me contó que eso ya lo daba por perdido, pero que necesitaba sentir, que alguien se hacía responsable, necesitaba que los pillaran. A primera vista, de su relato me di cuenta que la falta de confianza en la justicia, no es del ciudadano sino también de los que están al servicio de ella, ¿en qué estamos fallando?