La imagen invita a pensar la justicia no como castigo, sino como un camino de oportunidades para sanar y reconectar. Restaurar es mirar el daño con honestidad y decidir transformarlo en responsabilidad y cuidado mutuo.
Sanar en aprendizaje nos recuerda que el error también puede ser un maestro. Cuando escuchamos y comprendemos, el daño deja de ser una herida abierta y se convierte en una oportunidad de crecer como personas y comunidad.
La esperanza aparece cuando la reparación se vuelve acción concreta. No es una idea abstracta, sino un compromiso diario por reconstruir vínculos y dignidad.
Hacer de la justicia restaurativa una forma de vida implica elegir el diálogo, la empatía y la corresponsabilidad. Es creer que el cambio es posible cuando ponemos la humanidad en el centro.

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