TODOS PODEMOS SER BUENOS Y MALOS
Hoy quiero recordar la película y el libro Asesinato en el Orient Express, ya que, precisamente, muestran la lucha del protagonista contra sus propias creencias. La historia comienza con una afirmación tajante: solo existe el bien o el mal. Sin embargo, al final, el protagonista acaba aceptando una realidad mucho más compleja: todos podemos ser buenos y malos.
La trama, para quienes no la hayan visto o leído, gira en torno a un delito y a cómo las personas indirectamente afectadas por ese crimen se unen buscando venganza. Esto me lleva a reflexionar sobre la justicia restaurativa, que precisamente busca romper la espiral de violencia que suele generar un delito, transformando sentimientos negativos en otros más sanadores.
Continuando con la película, el protagonista —tan estricto en su visión inicial— descubre finalmente que la justicia tradicional no proporciona el equilibrio ni la sanación necesaria. Esta carencia empuja a las personas a seguir sufriendo o a buscar venganza como única salida. Ante él van apareciendo diferentes personajes que, en mayor o menor medida, vieron sus vidas profundamente afectadas por el delito y que, ante la imposibilidad de sanar, deciden que la venganza es su único camino.
En su lucha interna, el protagonista acaba comprendiendo que personas buenas pueden hacer cosas malas y, a la inversa, personas que han cometido actos terribles siguen teniendo la capacidad de hacer el bien. Desde esta perspectiva, debemos entender que las personas privadas de libertad merecen una oportunidad para hacer cosas buenas, porque todos somos capaces de lo mejor y de lo peor.
LA JUSTICIA RESTAURATIVA COMO CAMINO HACIA LA RESTAURACIÓN
¿Y por qué hablo de todo esto? Porque la justicia tradicional no ofrece un espacio real para que las personas puedan sanar. No se ocupa de identificar las verdaderas necesidades de las víctimas ni de comprobar si estas han sido satisfechas. Es más, cuando termina el juicio, si las personas continúan sintiéndose víctimas, la justicia deja de intervenir: ya no es su problema. Parece que solo se es víctima mientras exista la posibilidad de castigar al infractor; después, el daño humano queda relegado al olvido.
Además, la propia definición de víctima resulta limitada, pues solo contempla a quienes sufrieron directamente el delito o a sus familiares. La película muestra una realidad frecuentemente ignorada: el delito genera daños que alcanzan a muchas más personas de las que imaginamos inicialmente. Aquí es donde la justicia restaurativa aporta un valor fundamental, ya que atiende las verdaderas necesidades de todas las personas que se sienten impactadas por el delito. Las escucha y, para quienes así lo desean, ofrece espacios de diálogo y comunicación.
Existe la creencia de que las únicas prácticas restaurativas son aquellas que reúnen a víctima y victimario —o a la comunidad—, pero esto no siempre es posible ni recomendable. Existen otras prácticas restaurativas que trabajan únicamente con víctimas o con grupos de personas que han cometido delitos similares, entre otras opciones.
PROGRAMAS INDIVIDUALES
Pensar que solo hay justicia restaurativa cuando se reúnen víctima y victimario limita enormemente su eficacia y aplicabilidad. Además, es importante entender que hacer justicia restaurativa no es simplemente dar una charla sobre sus beneficios. Eso es formación o divulgación, pero no un proceso restaurativo en sí.
En el caso de la película, se podrían haber llevado a cabo prácticas restaurativas con todas las personas afectadas por el delito. ¿Cuáles habrían sido los beneficios? Como señala Marta Cabrera: “Cuando las personas empiezan a hablar sobre su historia, la asumen y reflexionan sobre ella, encuentran sentido y significado a lo que están pasando. Esto es lo que nos permite continuar con nuestra vida.”
Los procesos restaurativos, en los que todas las personas tienen voz, ayudan a afrontar el trauma y a sentir que no estamos solos. No se trata de terapia —porque no lo es—, pero el proceso sí resulta terapéutico. Existen, por tanto, múltiples formas de abordar el impacto del delito desde un enfoque restaurativo que facilita la sanación.
No hablo de agilizar juzgados ni de evitar juicios, sino de ir más allá, incluso después de que el proceso judicial haya terminado. Se trata de ayudar a los seres humanos a continuar con sus vidas.
CONCLUSIONES
La naturaleza humana es compleja; todos tenemos la capacidad de hacer el bien y el mal. Reconocer esta dualidad es clave para entender la conducta de quienes cometen delitos y para abrir la posibilidad de cambio y reparación. La justicia tradicional, al centrarse únicamente en el castigo, a menudo deja de lado las necesidades emocionales y sociales de las víctimas y de la comunidad, perpetuando el sufrimiento y, en ocasiones, la búsqueda de venganza.
La justicia restaurativa, por su parte, ofrece un espacio de escucha, diálogo y reflexión que permite afrontar el trauma, asumir responsabilidades y encontrar caminos hacia la sanación. No siempre es necesario que implique el encuentro directo entre víctima y victimario; existen diversas prácticas que se adaptan a las necesidades de los involucrados y que fomentan la reparación emocional y social.
Más allá del castigo, el verdadero objetivo de la justicia restaurativa es ayudar a las personas a continuar con sus vidas, transformando el dolor en aprendizaje, comprensión y fortalecimiento de los lazos humanos. Adoptar este enfoque contribuye a construir una sociedad más justa, empática y capaz de integrar la complejidad de la naturaleza humana.

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