viernes, 19 de diciembre de 2025

No somos punitivos por naturaleza

 


¿SOMOS PUNITIVOS POR NATURALEZA?

Muchas personas consideran que la Justicia Restaurativa es una utopía, pensando que el ser humano es inherentemente vengativo y retributivo, y que una justicia basada en la reparación resulta “antinatural”. Esta percepción se ve reforzada por la cultura del castigo, omnipresente en los medios de comunicación, lo que crea la impresión de que víctimas y ciudadanos en general son extremadamente punitivos.

Sin embargo, no es necesariamente que las víctimas sean más punitivas, sino que el sistema de justicia tradicional solo les ofrece el castigo como respuesta para sentir que se ha hecho justicia. Al no satisfacer sus necesidades reales, la condena y el castigo nunca parecen suficientes. Lo que las personas buscan es una justicia que les otorgue protagonismo, que escuche sus experiencias y que repare el daño según sus necesidades específicas, no únicamente según lo que dicta la ley. En muchos casos, la reparación material no es suficiente ni siquiera relevante; lo importante es sentirse escuchado y reconocido.

¿QUÉ ES MÁS NATURAL: LA JUSTICIA RESTAURATIVA O LA RETRIBUTIVA?

En este sentido, la Justicia Punitiva o Retributiva puede considerarse menos “natural” que la restaurativa, pues se basa en construcciones doctrinales, leyes rígidas y solemnidad, dejando poco espacio para la responsabilización, la reparación y la sanación de quienes han sido afectados por el delito.

La Justicia Restaurativa, por el contrario, es más humana y cercana a nuestra naturaleza: está enraizada en la cultura, la tradición y, en muchos casos, en valores religiosos y éticos compartidos. Aunque pueda parecer lo contrario, somos más restaurativos que retributivos. Por ejemplo, la ley del talión (“ojo por ojo, diente por diente”) se percibe como un símbolo de justicia retributiva, pero históricamente introdujo límites al castigo y buscó proporcionalidad, evitando excesos. Fue un primer paso hacia un equilibrio más justo, aunque aún basado en la retribución.

REPARACIÓN Y RETRIBUCIÓN: UNA DISTINCIÓN CLAVE

Tanto la reparación como la retribución buscan reequilibrar las consecuencias de un delito, pero difieren radicalmente en cómo se logra ese equilibrio.

En la justicia retributiva, el equilibrio se restablece “devolviendo” al infractor el daño que causó. Este enfoque duplica el sufrimiento: no solo el infractor y la víctima sufren, sino también sus familias y la comunidad, que pierde miembros y estabilidad, generando un ciclo de dolor.

En la Justicia Restaurativa, la perspectiva es distinta. El infractor asume responsabilidad y “paga” por el daño a través de la reparación, buscando restaurar el equilibrio sin aumentar el sufrimiento. Se trata de una retribución constructiva: el infractor reconoce su deuda y actúa para compensarla, no para infligir más dolor. El objetivo no es castigar, sino reparar, responsabilizar y restaurar relaciones, reduciendo el impacto negativo del delito y promoviendo la reconciliación.

CONCLUSIONES

La percepción de que los seres humanos somos inherentemente punitivos es limitada y está influenciada por la cultura del castigo. En realidad, lo que buscamos es justicia auténtica: sentirnos escuchados, reconocidos y reparados según nuestras necesidades, no simplemente ver aplicado un castigo. La justicia restaurativa responde a esta necesidad de manera más natural y humana, permitiendo que víctimas e infractores participen activamente en el proceso de reparación.

A diferencia de la justicia retributiva, que tiende a duplicar el sufrimiento y perpetuar ciclos de dolor, la justicia restaurativa busca reducir el impacto negativo del delito y restablecer el equilibrio de forma constructiva. Esto se logra mediante la responsabilización del infractor, la reparación simbólica, emocional o material, y la creación de espacios de diálogo y comprensión.

En última instancia, la justicia restaurativa no solo repara, sino que previene futuros conflictos y fortalece la comunidad, promoviendo relaciones más saludables, solidaridad y confianza. Su enfoque demuestra que la justicia más “natural” para los seres humanos no es la del castigo y la venganza, sino la del entendimiento, la reparación y la construcción colectiva de paz y convivencia.

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