(imagen propiedad de Virginia Domingo)
La imagen reúne tres ideas que, al entrelazarse, ofrecen una comprensión profunda de la Justicia Restaurativa como un camino humano frente al daño. Cuando surge una injusticia, solemos sentirnos atrapados entre no hacer nada o responder con venganza; ambas opciones dejan heridas: una por omisión, la otra por repetición del daño. La Justicia Restaurativa aparece entonces como una tercera vía, una alternativa que no evade el daño, sino que lo enfrenta con responsabilidad, diálogo y búsqueda de reparación. Esta visión solo puede entenderse plenamente cuando reconocemos que la justicia no se sostiene únicamente en códigos o leyes, sino en las personas, sus contextos y sus relaciones. Es en las conexiones entre los seres humanos —no en los expedientes— donde la justicia adquiere sentido real, porque allí se revelan el sufrimiento, la necesidad de ser escuchado y el deseo de restaurar lo quebrado.
Al mismo tiempo, la imagen recuerda que compartir el dolor tiene un poder transformador. Cuando alguien expresa lo que siente y otro escucha con autenticidad, surge un vínculo que hace posible la comprensión y la empatía. Ese acto, que puede parecer sencillo, rompe la sensación de aislamiento que suele acompañar al trauma y permite que todos los involucrados —víctimas, ofensores y comunidad— reconozcan su humanidad compartida. La Justicia Restaurativa, al propiciar estos espacios, no busca únicamente resolver un caso, sino sanar relaciones, reconstruir confianza y abrir nuevas posibilidades allí donde parecía haber solo fracaso o fractura. De este modo, la imagen nos invita a ver la justicia como un proceso vivo que repara no solo hechos, sino también personas y comunidades enteras.

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